viernes, 12 de abril de 2013

Colombia - Una noche con dos prostitutas y una narco

El mundo es un telón de teatro tras el cual se esconden los secretos más profundos.
Rabindranah Tagore

Tras cenar con unos estadounidenses me encontré con tres chicas colombianas. Las tres vivían en Capurgana. Una pequeña de 14 años que, extrañamente, vivía sola. Una de 18 en la misma situación: estaba sola en Capuragana. Ésta era rubia, de tez blanca, gozaba de un lindo cuerpo, labios carnosos y sonrisa sumisa. La última, de 31 años, había dejado la hermosa tierra de Medellín por el paraíso capurgueño. Era linda y mas aun cuando hablaba con ese acento que tanta me deleitaba.

La chiquita pedía un cigarrillo y tomaba ron a la velocidad de las otras dos. "No le des" le suplicaba a la de 31 mientras que ésta, sin remordimiento, le convidaba la botella de gaseosa con el alcohol mezclado. "Déjala, si lo quiere hacer que quieres que haga?". Me respondia. No la entendía pero entendía que no era importante entender. Pronto se encendió un cigarro de esos que te dan risa y la pequeña parecía ansiosa, deseosa de que la ronda llegara por fin a ella. Le dio unas inhaladas como sabiendo del tema. Yo mientras tanto, jugaba con mi desnudos pies en una arena fría y suave.
A las horas, entre charlas y tragos, las mas jóvenes del grupo un tanto alcoholizadas se fueron saludandonos con la mano. Lamentaba que se fueran pues habíamos entablado cuanto menos simpáticas conversaciones entre todos. 
En ese momento la de 31 me contó. Y ahí entendí. Todo.
Resulta que ambas jóvenes motivadas por su familia se dedicaban a la (falsamente nombrada) vida fácil.
"Como sabes?" le pregunté a la de 31 con unos abiertos ojos como de huevo tibio.
"Las vi salir mas de una vez con distintos `manes` de un hotel" me replicó la adulta sin mostrarse anonadada. 
"Por eso" continuó con una lógica envidiable "como quieres que le diga a esa niña que no fume, ni tome cuando en realidad tiene mas experiencia que tu o yo".
El mundo y todas esas estrellas esparcidas en el cielo azul heráldico de aquella isla cayeron ante mis ojos, de repente.
"Como puede ser que una familia mande a su hija a prostituirse como modo de vida" razonaba en mi cabeza una y otra vez. Pensé en toda la naturaleza que nos circunvalaba, en todos los animales que, probablemente, estuviesen vagando por esa selva densa que se exhibía detrás de mi espalda. Los animales son seres no pensantes, me explicaba a mi mismo, pero ninguno de ellos dejaría de cuidar a sus hijos. Ninguno de ellos jugaría a la ruleta rusa con sus descendientes.
Hasta la arena que se derramaba entre mis dedos caía toda junta acompañandose, no dejando solo ni uno de sus granos. Un grano no permitía que otro cayera solo, como podía ser, entonces, que un ser humano permitiera que uno de los suyos quedara en una cruel soledad?
Tuvimos que cambiar de tema. 
"Y vos que hablas tan bien ingles, por qué es?". Le pregunté curioso como un niño y adulador como un adulto pues su ingles era casi nativo.
"Viví en Miami desde los 15 a los 25... Ahí cocinaba coca... Ah, fui narco yo, no te conté?"
Me senté lentamente en la arena sintiendo a los pequeños granos de mis reflexiones penetrando en mi pantalón en forma jocosa. Le sonreí y esperé a que siguiera.
"Incluso con mi hija de 14. La tuve de adolescente, 15, 16 años... Era buena en eso, andaba con varios autos, distintas joyas. En una fiesta cualquiera me ponía un vestido de 200 dólares..."
Yo, por mi parte, no tenía mucho por agregar, solo mirarla y continuar escuchándola.
"A los autos les cambiaba la patente y pagaba un solo seguro. Tan fácil todo es." agregó como divertida y largando una carcajada.

Endiabladamente inteligente y rápida era ella. Lo había advertido casi al instante de conocerla. También  al instante, me había sentido cómodo con ella. Tenía todo mi interés y toda mi atención. No tenía, no obstante, a un torpe argentino que vivía en una burbuja y se mostraba anonadado ante cada historia que me contaba. 
Si bien es cierto que nunca había tenido una charla de esas en la cual la persona (o relatora) hablara en primera persona sobre ese tipo de vivencias, siempre supe, desde antes de viajar, que eso me pasaría. Sin lugar a dudas, en algún lugar de latinoamerica me iba a encontrar con un narcotraficante. No había predicho, sin embargo, que seria una mujer.
La situación me atraía. Antes de viajar y en ese momento que estaba sucediendo. El tema me hechizaba. 
Mucha gente cree que la vida del narco puede ser una vida ideal de opulencia, suntuosidad y comodidades. Una vida de autos lujosos y fiestas de la mas alta prosapia. Una vida sin la prisión y tortura de una ennegrecida oficina. Todo lo que me contaba me agradaba, los deseos de conocer me inquietaban y mi postura de charla lo demostraba sin llegar a ser vergonzosa ante ojos ajenos. Me cautivaba no solo por conocer los turbios negocios que se puedan llegar a crear o por conocer las mas astutas formas de cometer delitos en pos de una vida fácil aunque deshonesta. No solo me pasmaba ver el arte de una mente humana para saltearse a la ley sino que también me sometía su capacidad de conversación.
"Estuve un día presa porque me agarraron. La segunda vez que me agarraron me dijeron que me tenía que ir del país" continuó mientras miraba la botella de Ron puro.
Yo, mientras tanto, trataba de procesar y recordar toda esa información de novela que tenía frente a mis ojos.
"Me vine, me volví... " prosiguió "yo acá trabajé con algunos gordos. Con los hermanos Rodríguez Orejuela en Cali, por ejemplo.
Los hermanos Gilberto y Miguel Rodriguez Orejuela eran los cabecillas del cartel de Cali que se estima llegaron a controlar el 80% del tráfico de cocaína a EEUU. 
"Lindos jefes eh!" le dije mientras pensaba relajado en lo que me contaba.
Lo que le faltaba a mi viaje: charlar con una narco, pensaba sorprendido.
La miraba contar su historia con pasión. Observaba cada uno de sus gestos, escuchaba y relacionaba las historias paralelas, me concentraba en sus actuaciones conforme me iba deleitando con su vida llena de historias de película. Su vida era tan alternativa como atrapante. 
Sentí que me contaba su vida como queriendose liberar de una culpa, como intentando absolverse de sus pecados. Parecía desear que yo le dijera que ya todo había pasado y que lo importante era el presente.

"Hicimos de todo hasta estafar con las tarjetas de crédito" continuó animada contándome.
"Eso me hizo sentir muy mal. Por eso dejé todo ahora" relató mientras su tono de voz se tornaba sinceramente arrepentido. Yo sentía que se encontraba, ella también, muy cómoda en mi compañía y conforme pasaban los minutos se iba desahogándose mas y mas. Quien sabe quien mas sabrá su oscura historia, me fisgoneaba yo que por momentos miraba las tranquilas olas acercarse y alejarse de la costa hacia un ciclo infinito.
"Como hacían lo de las tarjetas de crédito?" pregunté con un interés bienintencionado.
"Trabajaba en un bar y tenía una maquina que copiaba la información de la tarjeta. Básicamente lo que hacía era clonar tarjetas de crédito  El comprador no se enteraba hasta que le llegase la cuenta. Una vez que clonaba los datos de su tarjeta, compraba cosas. Hablamos de miles de dólares eh".
"Que lindo tener miles de dolares..." le dije mirando hacia el oscuro horizonte, intentando que entendiese que conmigo podía decir lo que quisiera al cabo que no estaba en mi interés juzgarla. Me sonrió.
"Todo lo comprábamos por internet, conoces eBay?" me preguntó.
Mientras relataba su historia de manera divertida y arrepentida a la vez tomaba largos sorbos del ron barato. El brebaje para ese entonces debía estar caliente, aventuré mientras rechazaba sus continuos intentos para que yo tomara. Pensé que no quedaba bien una mujer tomando de esa manera. Imaginé a un hombre y advertí que corría el mismo razonamiento.
"Un día se me cayó la maquinita que copiaba información de la tarjeta, me vio una compañera y me denunció. Caí presa por una noche..." hizo una pausa, pensó y luego del trago tradicional a esa bebida a temperatura ambiente habló: "En ese momento fumaba marihuana y tomaba coca. Ah, porque me gusta la coca no te conté?".
Sonreí. No, no me había contado.
"No sé, ni quiero saber la mierda que tiene esa basura que a tantos aprisiona" le dije. Admití con pendencia que habría de ser sorprendentemente atractiva ya que todos los adictos y primerizos con los que había hablado con anterioridad me relataban sentimientos de placer. El problema que de ahí al infierno no hay distancia.
Los detalles de cada acto delictivo que se dedicó a hacer por mas de una década eran para tomar nota pero yo, adentrado en esas historiad y ese mundo, no lo hice.
"Ahora ya está. Estoy acá en está paraíso. Y estoy feliz" me dijo mientras ambos mirábamos el millar de estrellas que se izaban por encima nuestro.

Bajé el telón de esa noche bizarra y me fui a dormir.
Nos fuimos caminando juntos. Esa mujer me encantaba. No por linda, que si lo era, sino por esa capacidad por emrbujarme tan solo con palabras.
Me despedí de la amable, ya ebria, ex narco con un abrazo y un beso de amigos.
Caminé hacia mi hostal. ignorando por completo su coqueteo.
Habían sido, ya, demasiados estímulos como para agregarle uno mas.

3 comentarios:

  1. Excelente anécdota Gabo, de eso se trata el viaje!! Y me gustó cómo lo escribiste!

    Te mando un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Colombia, el lugar que tiene una x en mi globo terraqueo. Pronto iré y se que muchas anécdotas pasarán, como la suya!!!

    ResponderEliminar
  3. Hermano excelente que le haya gustado Colombia! Colombia tiene las puertas abiertas para ustedes los Viajeros. Saludos!!

    ResponderEliminar