martes, 31 de mayo de 2011

Pushkar (India) - El Expreso de medianoche a Delhi


El cielo estaba oscuro. Las estrellas brillaban e intentaban darle fuerzas a mi sombra. El aire estaba triste. El suelo sin consuelo. Mis rotas sandalias pedían unas merecidas vacaciones, me miraban desde allá abajo con ojos que exigían piedad. Vivimos mucho juntos, quizás ellas me entendían mas que nadie. Mi espalda no estaba recta ni decidida sino que estaba mas bien curva, cansada, desolada y abandonada. Podría soportar, mi espalda, un sueño que acababa, sin partirse al medio y dejar la mitad de mi en este viaje y la otra mitad en Buenos Aires? Eran mas de las 10 de la noche. No había nadie en la calle, incluso el ruido de la tarde se esfumó a la dunas del árido desierto de Thar en Pushkar. El pavimento estaba cubierto de basura: papeles, cigarros y envoltorios de comida eran la decoración diaria, la que nunca faltaba, asistencia escolar perfecta. El pueblo parecía estar en cuarentena de una extraña enfermedad que asustaba a todos y de la cual yo no me habia enterado. Claro, si yo no leo los diarios. Yo afuera sin techo estaba débil y presa fácil y ellos, los demas, bacanes, acurrucados a salvo en sus casas. Unas cuantas vacas me miraban confundidas como pensando que hace un hombre caminando por las calles con tal cara de derrotado? Podría ser, pensé entusiasmado, que uno de esos sagrados animales se volviera loco, corriera hacia mi, me chocara con los cuernos y entonces me tuviera que quedar en India por mas tiempo. Era una dolorosa pero posible solución a quedarme.
Llegué a una estación de tren (la de Ajmer) que descartó la posibilidad de un ataque zombie. Esa estación era una resurrección de gente. Muchos estaban sentados en el piso esperando su tren. Había hindúes y musulmanes, los reconozco por su vestimenta. Todos estaban en perfecta armonía, así como Dios quiere. No vi mucho turista. Se ve que el desconsuelo quiere que enfrente solitariamente este ultimo hecho real e inevitable: era mi ultimo día de un loco deseo que había empezado hacia 3 meses y 8 días.
Llegó el tren a horario como todos los trenes que me había tomado en los últimos 7 días. Mi ojos desviados de la realidad contemplaron ese armatoste. Había exactamente 19 vagones. Decidí contarlos así que me fui a la punta del tren y con paciencia empecé a caminar mirando su cartel indicador.
Grd, Srl2, Gs4, Gs3... No tenia ni idea lo que significaban esos códigos.
S1, S2, S3, S4, S5... Por fin habia llegado a la clase sleeper. El 5 era mi vagón, sin embargo, seguí caminando paralelo a las vías.
S6, S7, S8... 8 vagones tipo sleeper, esto es insano, pensé, todos los días, todos los vagones llenos.
A1, B1, Gs2, Gs1, Gs, Slr1, Eng... Estos códigos me tenían mareado. Entre ellos habia vagones de Segunda clase con asientos y otros de mejor categoría. Por ultimo llegué al vagón numero 20: la locomotora.
Cada vagón a su vez media 27 de mis  pasos, lo cual calculé un total de 25 metros de largo por vagon. Teniendo en cuenta que caminé lenta y pausadamente por 20 vagones, esa caminata fue de un total de 500 metros de tren mas el plus de la separacion entre vagones. Volví a mis pasos y subí a mi vagón. Alrededor había gente, mucha, mas no le presté atención, estaba demasiado absorto en mis pensamientos. 

Antes de irme a dormir acostado en mi cama (o cucheta de arriba) me despabilé. Me senté en mi cama y mi cabeza chocó toscamente con el techo del vagón. No me dolió. Se me había inflado el pecho, había tenido una epifanía. No era el fin del mundo lo que me estaba pasando. Simplemente era un inevitable hecho a enfrentar. Vamos Gabi si este viaje te enseñó algo es que podes enfrentar los desafíos y derrotarlos. Me di ánimos.
Luego pensé en lo que me esperaría a mi vuelta a la realidad: asados con mi familia, pizzas con mis amigos, cervezas con los íntimos, abrazos con todos, con todos, con todos sin que falte uno. Luego pensé en el mas importante "Si, acepto" que se acercaba en mi familia como un baldaso de amor entre dos personas. No olvidé en esta ráfaga de optimismo a mis sobrinos, Nacho, el que me mira y se ríe o Manu, el que me mira con cara de extrañado o la pequeña muñeca, Feli, que cuando me fui recién abría los ojitos y no pude estar ni en su bautismo... Cuanta vida me espera, que alegría! Mis ojos se nublaron pensando en una pelota de fútbol y esa eterna pasión que me gambeteó durante todo el viaje.
Salté de la cucheta, caminé hacia cerca del baño y espié la oscuridad por medio de la puerta del tren. Me erguí, mi espalda se fortaleció. Mis piernas se afirmaron al piso. Mis ojos cambiaron su actitud. Una sonrisa empezó a dibujarse con gentiles pinceladas. Esto no es una derrota. Estoy en el expreso de medianoche a Delhi. Hace años, incluso menos, hace meses, no podría ni haber pensado que todo lo que viví podría ser posible, jamás podría haber soñado que cada día iba a ser tan mágico, imposible haber delirado con los fantásticos tratos que recibí del mundo, de gente de todo el mundo... Todo el mundo, wow, todo el mundo. Cuando sos niño tenes al mundo en tus manos, o al menos eso crees. De grande volví a tener ese sentimiento: el mundo en mis manos. Podría haber cerrado el puño y destruirlo o podría alimentarlo con pequeñas migajas de pan. Ojalá que las migajas que fui dejando en cada lugar en donde estuve hayan alimentado a alguien. Yo, por mi parte, vuelvo obeso de alegria, de felicidad, de paz y de amor.

Next city New Delhi, the last step of a dream

2 comentarios:

  1. Gabooo, me emocionás. No se si es tu relato o que acabo de ver Extreme Makeover Home Edition (ese que le hacen una casa de cero a una familia que de verdad la necesita), pero estoy emocionado, ojos vidriosos...
    Que bueno que estoy en la lista de gente que ibas a volver a ver! Para cuando otra birra??

    Abrazo!

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  2. Gracias hermano! Yo creo que lo de Extreme Makeover te hizo recordar cuan feliz nos hace ver al otro feliz, eso sensibiliza los corazones y nos recuerda verdaderamente que deberíamos priorizar en la vida.
    Luego hubo una gota de alegría que te trasmitió el relato y eso hizo que rebalse el vaso con una lagrima de paz.
    Cuanto te quiero amigo

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